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‘Joker’: el nacimiento de un nuevo monstruo

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Ambulante 2024

Fue hace un par de años que se anunció el surgimiento de un proyecto el cual sonaba de lo más jugoso: reinventar al personaje del Joker a partir de una cinta la cual estuviera dirigida a un público decididamente adulto.

Mucha expectativa causó dicha idea. Esto no sólo debido al pasado desfalco de Jared Leto, sino también a que esta cinta nos mostraría de una vez por todas hasta qué punto Warner estaba comprometida a capturar la esencia decididamente oscura y transgresora del universo de Batman.

Pues bien, la espera finalmente ha terminado y vale la pena apuntar que la nueva adaptación de Joker -misma que este fin de semana llegó a las cines de todo el mundo- se trata de algo sin precedentes.



Valiéndose de una discursividad plenamente desbocada, Tod Phillips y Joaquin Phoenix se desentienden de todo tipo de templanza conceptual para presentarnos una cinta que no parece de esta época.

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Las comparaciones que se han hecho con ‘Taxi Driver’ no son gratuitas.

Esta cinta nos regresa a ese cine de antaño -marcado innegablemente por los conceptos más oscuros de la década de los setenta- para presentarnos a una oda plenamente densa la cual, por momentos, se acerca más al género del horror en cuanto a pulsiones conceptuales se refiere.

Lejos de buscar cualquier forma de simpatía -algo que en esta era es inevitable incluso en los villanos más temibles- ‘Joker’ nos presenta de forma rigurosa el nacimiento de un monstruo quien, en el mejor de los casos, resulta imposible de encapsular.



Todo esto aderezado por un notable pictoricismo visual el cual, adueñándose en buena medida de las potencias estéticas que son propias del noveno arte, se transforma en un arma sensorial la cual nos sumerge de lleno en un mundo en el que realidad y ensoñación se cruzan de forma intermitente.

Mismo experimento que nos permite encarnar vívidamente la serie de atributos psíquicos que definen a esta cinta.

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Con respecto a la violencia -aspecto que para muchos transformó a ‘Joker’ en una potencial bomba de tiempo-, hace falta apuntar que la cinta en ningún momento ofrece una romantización idealista de este tópico.

Lo que vemos en pantalla no son más que los resultados lógicos de esa serie de intransigencias sistemáticas que definen a la naturaleza -abiertamente predadora- de nuestra civilización.

Misma situación en la que, por supuesto, tiene mucho que ver esa rigurosidad casi clínica con la que Philips retrata el descenso a la locura de un ser roto quien, ante la mecánica negligencia de su entorno, se entrega al esplendor privado de su fractura mental.

La brutalidad que aparece en ‘Joker’ no está diseñada para causar simpatía en el espectador. Todo lo contrario. Su desoladora franqueza nos invita desdeñarla, a exigir su clausura definitiva.



Sin embargo, lejos de optar por una perspectiva moral definitiva -una opción que, a últimas fechas, parece ser la favorita de aquellos quienes se autoproclaman como “entes sensibles y socialmente conscientes”-, la cinta nos invita a poner la lupa sobre nuestra herida comunal: abrir los ojos para contemplar de manera pormenorizada los resultados de una serie de aberraciones las cuales hemos normalizado a lo largo de nuestra historia.

Sólo mediante estos procesos de (auto)reconocimiento -verdaderas terapias de shock- seremos capaces de identificar y, por último, suprimir los detonantes de la violencia; misma que se encuentra innegablemente ligada a las intransigencias de aquellos quienes se encuentran en el poder

A grandes rasgos, podemos decir que la cinta se queda un tanto corta con respecto al avasallador reto que era consustancial a su primicia.

Sin embargo, siempre se agradecerá el hecho de que, ante la normalización de la industria de los supehéroes, podamos acercarnos a narrativas alternas que ponen al descubierto algunos de los elementos más complejos de nuestra propia condición.

Misma eventualidad que deja en claro que, si Warner no ha explotado al máximo la capacidades sugestivas y emocional del universo de DC, es porque simplemente no ha tenido suficientes agallas.

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