Jamás me ha importado ir a contracorriente a la hora de escribir sobre música. Y en este caso no es un asunto sencillo, pues el nuevo disco de Joel Iriarte tiene atributos más que destacados por sí mismo; el asunto es que ha decidido bautizarlo como el segundo capítulo de una pasada entrega memorable y con la que es difícilmente comparable. A la postre parece que tal gesto es otro de esos ejercicios manieristas que tanto le encantan a un artista siempre provocador.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
Y es que en 2008, momento en que aparece Supercrepus, a Joe Crepúsculo lo guiaba más la intuición que la posibilidad de contar con grandes recursos de grabación. Se atrevió a lanzar un álbum doble en el que sin pudor alguno convertía a San Agustín en un letrista pop (“Ama y has lo que quieras”), tiraba de sintetizadores variopintos en combinaciones imposibles, forzaba las melodías hasta hacerlas casi chirriar y, por si fuera poco, logró una de las mejores composiciones de su carrera: “La canción de tu vida”.
Se trata de 20 canciones llenas de tanto frenesí, desparpajo y espontaneidad que al día de hoy se muestran como una colección casi imbatible en su lujurioso carnaval de pop despatarrado; ahí están “Baraja de cuchillos”, “Sandra”, “Capitán”, “Iván y Laura” y una emotiva versión al “No me acostumbro” de El último de la Fila.
Parafraseando a un clásico de la televisión española: ¡Que gran noche la de aquel año! Es imposible volver atrás… ese periodo es irrepetible, por más que cada escucha siga siendo emocionante y, ni hablar, ciertamente nostálgica, ¡maldita sea!
12 años y 7 discos después, Crepúsculo ha mejorado horrores técnica y compositivamente; acumula experiencia que lo convierte en un músico mucho más capaz y sagaz. Vamos, que desea llevar a su proyecto y sonido hasta lo más arriba posible en términos profesionales. Ni hablar, en Supercrepus II todo está mucho más calculado y desarrollado. Ante la evidencia de que nadie se baña dos veces en el mismo río, debemos tratar de entender y asimilar al Joel del 2020, que aunque con mucho mayor kilometraje, no se cansa de hacer suya a la rumba flamenca e incluso a una power ballad sacada de lo más amerengado del pop.
Y es que para ubicarnos al interior de Supercrepus II tenemos que recurrir a “No sé si es amor”, en compañía del cantaor y bailaor Tomasito, su más que particular adaptación de Roxette, que en su mega cursilería se eleva hasta lo más algo de un universo coloreado con pintura barata y fosforescente; Crepus siendo totalmente Crepus, o lo amas o lo odias.
Muy lejos queda su debut con Escuela de zebras (concebido entre 2007 y 2008) y el disco que puede ser considerado su mayor baza: Baile de magos (2013) -el sexto-, ahora se pertrecha tras 17 canciones -que lo hacen un disco robusto- y en el que sin temor puede probar con la pátina histórica del indie al estilo The smiths en “Cementerio en ruinas” (ese bajeo tan puro y directo) y antes de ello hacer un country old school en “Te brilla la cara” (con un teclado vintage luciendo a pleno).
Joe Crepúsculo ofrece un recorrido vasto -quizá algo excedido- que tiene en “Cuarentena sin ti” a uno de esos excéntricos temas lentos que se le dan tan bien (algo en él me hace acordar de Eels) y que redondea a la entrega.
Supercrepus II será recordado como un disco pensado para sus fans -acérrimos y fieles-, pero salvó por la versión de Roxette no habrá de sumarle a fanáticos recién llegados. Contiene algunas canciones que impactan poco y quizá por eso no se remonta hasta el paroxismo del disco del que tomó su nombre.
En este año del cuasi apocalipsis es mejor que sigamos a Crepúsculo y esperar lo que venga sacudiendo el cuerpo: “Llévame a bailar a una discoteca en ruinas/ Quiero volver a sentirme bien”; con eso basta y sobra.
