He visto a Iron Maiden cada vez que ha venido a México, desde 1992, es decir, nueve veces
#SangredeMetal por Luis Jasso
También los he visto en Wacken, un show completo y otro sólo una parte porque estaba cansado y aburrido. Sí, sé bien lo que acabo de escribir y sé también que para muchos es sacrilegio, pero es verdad. Simplemente hay veces en que uno se cansa de algún platillo que antes le gustaba mucho. Aún así, en septiembre de 2019 los veré por décima ocasión aquí, en México. Por eso y porque el set list que han tocado recientemente será muy probablemente el mismo que tocarán en México, decidí hacer un recuento de algunos discos que marcaron mi gusto por la banda, y otros que casi matan mi deseo de verlos nuevamente.
El primer disco que escuché de ellos fue “The Number of the Beast”. En 1982 yo tenía 11 años y era imposible que un niño de esa edad, que ya tenía un poco de entrenamiento en ese contexto no se enamorara de la banda. Sin embargo, el disco que realmente me cautivó fue el siguiente, “Piece of Mind”. Aunque el clásico ahí es “The Trooper”, para el migrañita de 12-13 años eran “The Flight of Icarus”, “Where Eagles Dare” y “Revelations” entre otras las que más destacaban.
Y luego siguieron dos verdaderas joyas, “Powerslave” y “Somewhere it Time”. De verdad parecía que ninguna banda podía acercarse a Maiden, que eran de lo mejor de la historia y que nada podían hacer mal, hasta que grabaron “Seventh Son of a Seventh Son”. Hoy, con mayor claridad para expresar ideas puedo decir que me parece un disco pretencioso, uno que marcó lo que años más tarde sería el fin de la relación amorosa entre los británicos y quien esto escribe: la idea de acercarse al progre.
Usar teclados no necesariamente era una grosería, pero, alejarse de su marca de metal para emular bandas progresivas no tenía sentido. En ese tiempo no entendía que el disco no me gustaba por eso, hoy sí. Después casi todo pareció ir en picada. “No Prayer for the Dying” es un disco malo, y aunque luego vino “Fear of the Dark”, que en el mundo de los fans de la banda, divide, ya nada fue igual. Siguieron dos discos sin Dickinson en la voz, que pasaron sin pena ni gloria, es más, pasaron con mucha más pena que otra cosa, tanto así que Dickinson y Adrian Smith regresaron. Sin embargo, el daño estaba hecho.
Cuando una banda decide tener tres guitarristas, lo mejor que puede hacer es componer música en la que se note la triada, de otra manera, es mera pretensión. Desde “Brave New World” la banda volvió a mostrar sus tendencias hacia lo progresivo y los excesos: comenzaron las largas y totalmente innecesarias intros, los pasajes instrumentales aburridos, las canciones de relleno y, por ende, los discos equis. Si de algo sirven los números, es interesante destacar que a partir de “Fear of the Dark”, Maiden ya nunca regresó a las certificaciones de Oro y Platino en Estados Unidos.
Así, Iron Maiden se había vuelto un intento mal hecho de banda de metal progresivo. Lo que comenzó como una carrera entre heavy y punk, que se consolidó con el desarrollo de un ataque a dos guitarras que hoy se conoce como heavy clásico, terminó en un proyecto presuntuoso y sin dirección. Cada disco post “Seventh Son” ha tenido sus temas buenos, y algunos, brillantes, pero prácticamente ninguno desde hace 25 años ha trascendido de forma importante. Finalmente, lo más cerca que han estado de volver a su sonido clásico lo lograron con el más reciente “The Book of Souls”, aunque sólo sea por momentos
Es por todo ello que la gira “Legacy of the Beast”, la que los traerá de vuelta a México, es una gran promesa. Sólo cuatro de las 16 canciones que han tocado normalmente en esa gira pertenecen a discos posteriores a “Fear of the Dark”- Será pues un concierto de grandes éxitos que, con suerte, de tanto tocarlos, le abrirá los ojos a la banda y los obligará a regresar a lo que los hizo grandes: tocar heavy metal sin mayor pretensión que el sonido crudo y directo que hizo que, alguna vez, Iron Maiden dominara el mundo.