Pocos se han resistido a la fascinación que produce escuchar “Goodbye horses“, aquella canción que inmortalizó la escena de Buffalo Bill bailando enfrente del espejo en El silencio de los inocentes (1991). Aquel hit que bordeaba el synth-pop y el darkwave de principios de los 90 venía firmado por el misterioso nombre de Q Lazzarus, que en la era pre-internet se pensaba que era un hombre, sin ninguna referencia más que la de la película protagonizada por Jodie Foster y Anthony Hopkins. A casi 35 años de esto, la directora de cine mexicana Eva Aridjis Fuentes presenta el documental Goodbye horses: Las muchas vidas de Q Lazzarus, filme poliédrico que presenta y describe la vida de Diane Luckey, el ser humano detrás del alter ego llamado Q Lazzarus. La directora de este fantástico documental concedió amablemente una entrevista para Marvin, a propósito de su estreno en salas de cine mexicanas.
Al principio del documental haces una breve presentación tuya ¿qué tanto de ti hay en el documental y de qué forma te ves identificada con Q Lazzarus?
Normalmente no me gusta salir en mis propios documentales más allá de mi voz haciendo una pregunta en off o algo así. Pero la forma en que nos conocimos Q y yo fue tan importante para la historia que decidí incluirla, porque fue en el momento de conocerme que Diane Luckey decidió emerger de su desaparición de 25 años y regresar a su música y a su identidad de Q Lazzarus. Las dos sentíamos que el destino nos juntó, y fue ella la que me buscó al día siguiente. También fue importante incluir mi propia conexión con la canción porque fue precisamente mi amor por “Goodbye horses” y mi interés en Q que me permitió reconocerla cuando me subí a su coche.
Más allá del principió en la que cuento estas dos cosas, me mantengo principalmente en el fondo para dejar que Q cuente su historia fascinante y dramática con sus propias palabras y con su propia música. En algún momento también pensé contratar a un amigo compositor, pero al final decidí que toda la música en la película tenía que ser música de Q y si hay momentos de silencio es porque Q no estaba haciendo música durante esa parte de su vida. El documental iba a culminar con su regreso al escenario, pero cuando ella trágicamente murió me puse a ver el material que tenía y decidí incluir también tres mensajes de voz (de unos 78) que me había dejado. Nuestra amistad le prestó una intimidad a la película por la confianza que nos teníamos, entonces nuestra amistad acabó siendo también un tema o un personaje menor en la película.

Se dice que un one hit wonder puede ser una bendición o una maldición para un artista, ¿cuál sería el caso de Q Lazzarus?
Por un lado, si no fuera por la canción “Goodbye horses” no tendríamos idea de la existencia de Q Lazzarus, porque fue la única canción que sacó mientras seguía viva. Por otro lado, ella nunca obtuvo regalías por la canción aparte de lo que le dio Jonathan Demme por usarla en sus dos películas, Casada con la mafia (1988) y El silencio de los inocentes (1991). Entonces los beneficios de tener un one hit- ganar dinero y sacar por lo menos un disco con tu otra música- ella nunca obtuvo esas cosas. Q tuvo un hit pero fueron otros los que lucraron con la canción, y mucha gente ni sabe que ella- Diane Luckey o Q- fue la que cantó la versión original. Mucha gente piensa que es un hombre el que canta “Goodbye horses”.
En el documental se tocan temas como la racialización y los estándares de belleza en la industria de la música. En este sentido me parece que el mensaje es muy poderoso. ¿Crees que algún día podamos ver un cambio real en estas situaciones?
Yo creo que este tema sigue siendo un problema en los Estados Unidos, pero también creo que han mejorado las cosas gracias al internet. No me cabe duda de que si Q estuviera cantando “Goodbye horses” y tratando de sacar un disco hoy, lo lograría ya que sus fans la descubrirían y celebrarían en el internet y las disqueras se darían cuenta de eso. Pero Q lo estaba haciendo en los ochenta, que fue una década bastante superficial y materialista tanto en el cine como en la música. No solo era una mujer afroamericana tratando de trabajar en géneros que se consideraban “blancos”- como el new wave y el heavy metal- pero también era una mujer muy grande. Q medía un metro 80 y era de talla XXL y no se parecía a Whitney Houston ni a Janet Jackson. Tenía un look propio, un estilo propio y una voz poderosa y también bastante andrógina. Las disqueras no sabían qué hacer con ella y no les gustaba tomar riesgos. También vemos en la película como la raza de Q acabo afectándola con el sistema legal, penal y médico. Y no solo su raza, también por ser mujer.
Q Lazzarus es una artista que viene del new wave de los años 80. ¿Qué significa para ti el new wave y la música de los años 80? ¿De qué manera afectó que “Goodbye horses” haya sido un éxito a principios de los años 90, la década que de alguna forma canceló a los años 80 con la llegada del grunge y del britpop?
Yo crecí en los 80 y fui fanática del new wave y de la música gótica, entonces fue por eso que me encantó la canción desde que fui al cine a ver El silencio de los inocentes (1991) y oí “Goodbye horses” por primera vez. Yo en Nueva York trabajaba de DJ en fiestas ochenteras “dark”, y siempre ponía esa canción. En los 90 Q ya estaba en Londres haciendo música más parecida al grunge y britpop (o sea rock pesado e indie), y también estaba haciendo música house, entonces ella estaba tratando de mantenerse en la corriente. Pero aún así nadie le daba chance de sacar un disco, fue realmente terrible el trato que recibió de la industria musical y la falta de visión de parte de las disqueras.
El destino es un personaje muy presente dentro del documental ¿crees que la vida de Q Lazzarus estaba destinada a ser un héroe del underground y a ser un constante outsider?
Q siempre fue rebelde y una persona poco convencional, empezando con su identidad dentro de la comunidad afroamericana. Desde niña, cuando sus hermana cantaba canciones de Dionne Warwick y Anita Baker, ella quiso ser Rod Stewart. Y luego decidió trabajar en géneros que se consideraban “blancos”, y a tener colaboradores y amantes blancos. A Q no le importaba la raza ni la nacionalidad ni la religión de nadie, a ella le gustaba lo que le gustaba y era de mente y corazón abierto. También nunca quiso tener un trabajo convencional, le gustaba manejar taxis porque le daba tiempo y libertad de movimiento. “Goodbye horses” se convirtió en un himno gótico y LGBTQ, cosa que le encantaba a Q. No sé si este fue su destino desde el principio, pero sin duda es lo que pasó.

¿Cómo fue el acercamiento para que Sacred Bones editara el soundtrack de tu documental?
Mientras que estábamos filmando la película, Q me dio una bolsa llena de cassettes y DATs con toda la música que había hecho entre 1985-1995 (los diez años que estuvo activa). Yo los digitalicé y la ayudé a registrar todo en su nombre, y escogí las canciones que más me gustaban- tanto como las que mejor funcionaban para contar su historia- para incluirlas en la película. Como siempre fue el sueño de Q sacar un disco, y como Q misma estaba muy orgullosa de toda la música que hizo con su banda en Londres, siempre teníamos el plan de sacar un disco de antología junto con la película. Cuando ella murió, su hijo James tomó cargo del tema y los dos nos acercamos a mi amigo Caleb Braaten– el dueño de Sacred Bones– para ofrecerle el disco. Para mi era la disquera perfecta porque Sacred Bones no solo saca música electrónica sino también de rock, soundtracks, y de otros artistas difuntos.
¿Cuál crees que sea el legado de tu documental?
Creo y espero que el legado de mi documental sea darle un legado más completo y muy respetuoso a Q. Cuando yo conocí a Q y empezamos a filmar, “Goodbye horses” ya tenía millones de fans y miles de personas ya se estaban preguntando qué le había pasado a Diane Luckey (Q). Mi documental no sólo les contesta esa pregunta en gran detalle, pero también les presenta a una mujer fascinante que nos narra su vida colorida y dramática con sus propias anécdotas (y también con chistes muy divertidos). Lo importante para mi era enseñar y compartir con todos lo que yo tuve la buena fortuna de vivir y conocer: a una mujer maravillosa, compleja y talentosa. Y a una artista con mucha obra- hay 20 canciones que no son “Goodbye horses” en la película. Para mí la película y el disco contienen la esencia de Diane Luckey/Q, y espero que le den el aprecio y el amor que siempre se merecía y que nunca obtuvo en vida.
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