Diez tracks son suficientes para saber que Skeletá (Loma Vista Recordings, 2025), sexta y nueva placa de estudio —a estrenarse este 25 de abril— del conjunto sueco Ghost, es la consagración definitiva de una carrera con casi 20 años de existencia. La verdad sea dicha: el disco ofrece exactamente lo que se espera de un trabajo de Ghost. Grabación y mezcla perfectas, ejecución impecable por músicos de primer orden, una voz en primer plano con gran brillo, y una producción gigantesca con capas y capas de armonías perfectamente concebidas. Nada falta, nada sobra. Y lo más importante: la banda sigue demostrando que es un terreno fértil en cuestión de creación musical.
Establecido lo anterior, es preciso decir que Skeletá termina de cimentar la credibilidad de un grupo ya consagrado —llenan arenas alrededor del mundo— que, en vías de ampliar su obra y su espectro sonoro, logra editar un disco redondo que goza de virtudes, trucos y recetas perpetuadas tanto por ellos mismos como por actos que los han marcado profundamente, y que siguen dejando huella en su sonido como: Iron Maiden, Meat Loaf, King Diamond, Queen, Def Leppard, Kiss y otras menos evidentes como HammerFall o Alice in Chains, transformándose en una enorme fascinación por la nueva obra firmada por Tobias Forge, alias Papa V Perpetua, y sus ocho Nameless Ghouls, que dejará más que satisfechos a los devotos de los de Linköping.
Aunque en apariencia Skeletá no presenta cambios o contrastes mayúsculos con la obra anterior del grupo, sí deja un mejor sabor de boca que, por ejemplo, Phantomime (Loma Vista), EP de 2023 considerado poco afortunado y fuera de balance por gran parte de la legión de fans, en el que se incluyeron algunas versiones de otros artistas. Por el contrario, el nuevo lanzamiento podría alinearse más con Impera, álbum de larga duración editado en 2022, considerado uno de sus mejores trabajos hasta la fecha, gracias a la variedad y calidad excepcional de su contenido. Una obra casi perfecta que los catapultó definitivamente a la liga de las bandas de arena rock.
Y eso es precisamente a lo que suena este álbum: a arena rock en todo sentido. Las proporciones que lo rodean son gigantescas. Está plagado de temas e himnos que no podrían interpretarse —al menos en esencia y para su mayor apreciación— en otro contexto. Es aquí donde los dos primeros sencillos, “Satanize” (con una base sincopada, épica, guerrera y melódica) y “Lachryma” (una pieza que podría sonar en cualquier frecuencia modulada del planeta), hacen de las suyas, abriendo discreta pero eficazmente la entrada al umbral por el que Papa V Perpetua nos guiará: entre densidad, armonías, solos, riffs y toda la mística que los rodea, que ya es un sello infalible de la casa. Ambos tracks son excelentes cartas de presentación.
Por su parte —siguiendo el orden del tracklist—, “Peacefield”, canción de apertura, muestra con creces que no hay lugar para la timidez, llevándonos por un sendero de dimensiones power metaleras con un solo envidiable. “Guiding lights” es otra gran destacada, gracias a su espíritu glam/hair metal, que le robará el corazón hasta al más rudo e infalible cabeza de aire en la sala. Es una de esas canciones privilegiadas que bien pudieron haber aparecido en los catálogos de pioneros de dicha corriente como Winger, Poison, White Lion o incluso Foreigner y los Scorpions. Pero lo mejor de ella es que se sostiene gracias a los guiños a una ópera rock, algo complicado de encontrar en la actualidad. Apenas estamos llegando a la mitad del disco y ya se pone mejor.
Mención honorífica para “Missilia Amori”, canción que cuenta con una línea vocal envidiable, de esas que se vuelven un sing-along en arenas y estadios, muy al estilo de Def Leppard. Para quien escribe estas palabras, el momento más sublime del álbum llega con Umbra: un ejercicio con ciertos toques progresivos cuya estrella principal es un impresionante solo de teclado, a la altura de Yes o Emerson, Lake & Palmer. Otras canciones con mucha onda dentro del disco son “Cenotap” y “De Profundis Borealis”.
El disco cuenta con la producción de Gene Walker, quien también estuvo a cargo de la realización de su placa debut de 2010, Opus Eponymous (Rise Above), lo que podría explicar mejor la coherencia y conexión entre el sonido clásico de las bandas que influenciaron a Ghost con su propio estilo, evolución y presente musical.
Por tercera ocasión, el veterano ingeniero de mezcla y productor Andy Wallace (Slayer, Run-D.M.C., Aerosmith, Prince, The Cult, Blind Melon, Nirvana, Paul McCartney, Sepultura, Avenged Sevenfold y Bruce Springsteen, entre otros) se sienta en la mesa de controles para mezclar el disco, arrojando un resultado envidiable que se hace patente desde la primera escucha. Pocos ingenieros logran ese balance entre el pop y las guitarras distorsionadas con enormes intenciones sónicas; Wallace es uno de ellos al lado de Ghost en Skeletá.
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