Una hilera de lápidas envueltas con musgo interrumpe el grueso césped que en los tobillos de la imponente St Giles Church predomina. Atardece, las hojas de decenas de árboles de piel cuarteada se mueven lento mientras las campanas de la iglesia repican, ignorando el silencio absoluto que domina los alrededores. Desde la torre del templo medieval, condecorada como una de las siete maravillas de Gales, puede apreciarse en toda su extensión Wrexham, la sede de la edición número 14 de Focus Wales, nada menos que el espléndido pretexto que tiene a Marvin al otro lado del Atlántico, esperando por música, por mucha música.

Es obligatorio poner en palabras la calma habitual que asalta los sentidos en una tarde común en Wrexham. En esta ocasión, atestiguada un día antes del arranque de Focus Wales, 2024. International Showcase Festival. Porque Wrexham, célebre por su equipo de futbol, lejos de la hinchada que gracias al balón agrupa y que cada vez más desconoce fronteras, cuenta con uno de los festivales que mayor talento emergente congrega a lo largo de tres jornadas; del ocho al diez de mayo esta vez. De manera que la serenidad que caracteriza a la ciudad norteña se desvanece abruptamente para que sus calles sean tomadas por sonidos que ignoran pasaportes con tal de serpentear libres de entre pubs y plazas, chimeneas y cafés.



The Fat Boar, ubicado en una de las esquinas de la ciudad, a unos pasos del Wynnstay Arms Hotel y a un costado de St Giles Church, sobre la Yorke Street, es el sitio que primero abre sus puertas a los delegados provenientes de diversas partes del mundo. Se inaugura así la edición 14 de Focus Wales, con carne asada y cerveza de alto gradaje. Tras escuchar las palabras de bienvenida de Neal Thompson, co fundador del fest, se descubre que las dimensiones de Wrexham son gentiles con el trote humano, pues prácticamente se recorre todo el centro de la ciudad en apenas unos cuantos minutos. Y justo antes de llegar a la otra punta, en el número 21 de Town Hill se halla el destino de la noche: The Parish, donde tiene lugar el primer show de los muchos que irán tomando su turno bajo una curaduría dedicada, incluyente y ecléctica.



De entrada, The Parish luce limitado para la cantidad de gente que se da cita en la velada abridora. Sin embargo, conforme la noche avanza se sabe que se trata del lugar ideal para escuchar música en directo. Pequeño, con un escenario discreto ubicado en una esquina, el sitio invita a acodarse en la barra que le atraviesa así como a codearse con quien al lado esté. Nace el diálogo de oído a oído mientras la música revienta a buen volumen y el frío queda al otro lado de la puerta. Así, el sudor corre por las frentes de los asistentes que se van deshaciendo de prendas pesadas. Chocan las pintas, las risas se dibujan una por una. Es una cita especial pues sólo los delegados ocupan el lugar; al día siguiente, estos se mezclarán con el resto del público. A su ritmo, en cierta pared el reloj avanza expectante. Y entonces toma el escenario Slate.



Es importante saber elegir a la banda que abre encuentros del tamaño de Focus Wales. En ese sentido, el cuarteto de Cardiff toma el micrófono para definir el derrotero sonoro que caracterizará a todo el fest. Fiero. Urgente. Retador. Todo en obra y espíritu. Con las cabezas rozando el techo de The Parish, Jack Shepard y los suyos eluden dosificarse, lo dan todo al primer segundo sin diluir jamás el brío. Es ejemplar su acto porque señala justo los sitos que deben atenderse si lo que se busca es conseguir que quien se tiene enfrente, sea quien sea, al primer acorde trazado sepa que todo lo que esté ocurriendo alrededor poco importa, que lo que bajo los reflectores se proyecta resulta vital. El deber del músico es dejar claro que ignorar el sonido significa extraviar el respiro.



En este rol, desde allí, al ras del concierto de apertura, se sabe que la vara es alta y que los 250 artistas que circularán en The Fat Boar, The Foundry Car Park, Hope Street Church, Old No. 7 Bar, The Parish, Penny Black Room, The Rockin´ Chair, The Royal Oak, los tres espacios que dentro de Tÿ Pawb existen, el Wynnstay Arms Hotel e incluso en el interior de la misma St Giles Parish Church (¡los artistas se presentan frente al atrio!), encenderán los amplificadores con la consigna de recurrir a la entrega total. Desde este entender se trata de showcases impecables. Concretos, directo al hueso.

Parcs, Wrkhouse, Bethan Lloyd, Charm of Finches, Megan Wyn, The Garrys, La Sécurité, Salarymen, Travo, Willy Mason, Conscious Pilot, Sister Envy, Sailor Honeymoon, The Family Battenberg, Hearts, Maria Uzor, Boyhood, Dactyl Terra, Nesha Nycee, Trinko, Hourglvss, Thomas Thomas… Una lista inmensa de propuestas se anuncia lista para saltar a los picos de lo más escuchado en plataformas digitales. Y todas las bandas están ahí, a nada de distancia. Es fácil tenderles la mano y brindar, encontrarles entre calles gozando una rebanada de pizza, un shawarma, una lata de cerveza. Todo con la guitarra a cuestas, con los cables como collar y la adrenalina desbordando los párpados. Los músicos saben que formar parte de Focus Wales no es cualquier cosa, que esto significa estar ante los oídos indicados. No olvidar que en el historial del fest figuran nombres de la altura de Damo Suzuki, Chalk, Echo and The Bunnymen, Michael Rother, Public Service Broadcasting, Richard Hawley, The Coral, Gruff Rhys, Goat Girl o Gaz Coombes.



La participación activa de Marvin al norte del Reino Unido llega de la mano del British Council, con la conferencia Global mobility, al lado de expertos provenientes de Ucrania, Indonesia, Gales y Alemania; uno de los diversos temas tratados en múltiples mesas. Porque en Focus Wales no sólo hay showcases y conferencias, sino una muestra cinematográfica y hasta actividades excepcionales, como una llamada Runnin punks, en la cual es posible adherirse a un contingente de corredores que dan un rol por la ciudad, todo para calentar músculos antes de entregarse al gozo que prodigan las bocinas. Respecto a los parlantes, la banda encargada de clausurar las jornadas galesas es nada menos que Spiritualized. Y el concierto tiene lugar en una inmensa carpa que, con el impulso del imaginario de Jason Pierce, hace creer que uno forma parte de las atracciones psicodélicas del circo al cual pertenecía el estrambótico Mr. Kite.


Con los oídos sobrecargados, flotando entre damas y caballeros de astronauta perfil, llega la hora de dar una última vuelta por Wrexham. Jalar aire a los pies de la St Giles Church, internarse en alguna tienda de antigüedades, pasear entre prados y dejar al final una estancia en Cross Foxes, un pub de abolengo, anclado orgullosamente en el pasado, aferrado a vivir bajo sus propias reglas y en el cual, con tan solo dar un sorbo a la Guinness en turno, los minutos vuelven su andar para estacionarse en otro momento de la vida, menos atareado, quizá más amable.


Ahí, pegado a la barra, se le dice bye bye a Focus Wales y su irrompible hospitalidad. Nunca van a acabarse las ganas de dar las gracias por tanta música, eso ya se sabe. Por todas esas canciones, toda esa entrega ante los viajeros de oídos espaciales. Todo se concentrará de golpe entonces, rondando la cabeza mientras el corazón palpita generosamente; serán las tonadas exigiendo quedarse, no desaparecer. Y es así como llegará la condena tras el deleite, ya en el avión hacia la CDMX ésta hará acto de presencia cabalmente. La maldita factura: de ahí en adelante, nada más quedará recordar.

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