Entrevistas

Anecdotario acuciante sobre la escena screamo norteña

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Ambulante 2024

Un día División Minúscula tocó afuera de un CONALEP en Santa Catarina, Nuevo León. La banda promocionaba Extrañando casa. Su disco perfecto, clásico. Yo tendría 13 años de edad y cuando los músicos guardaban sus instrumentos en una van me acerqué para pedirle a Kiko Blake una baqueta que me firmó y por mucho tiempo tuve en mi librero hasta que, por falta de dinero, tuve que usarla; tenía una tocada con mi primera banda de punk rock.

TXT:: Javier Ibarra

Poco después, en el Café Iguana, en Monterrey, durante un show de División Minúscula, de igual modo se presentó Conspiración Alfa 5. Para mi sorpresa era un proyecto donde estaban inmiscuidos el mismo Kiko y su hermano Javier Blake con el baterista de Thermo, además de Izzie Fatale. Sus canciones duraban segundos. Fue mi primer acercamiento al noise y a la emoción del hardcore. Así comencé a asistir a toquines que se hacían en el ETEC, una escuela en ruinas que se ubicaba en el centro de la ciudad. Y, otra vez —porque el punk es un microcosmos— volví a ver tocar a Kiko, pero con Non Plus Ultra, banda pionera del screamo regiomontano.

Los años pasaron y me fui a vivir a la Ciudad de México. En una ocasión me encontré a Kiko en el Chayito Fest, donde acompañó a sus amigos de Antimaster. Hablamos de Orchid en medio de un ambiente chilango, con micheladas, olor a mona y canciones de Charlie Monttana. Después comencé a verlo más seguido, ya que vivía en el mismo edificio de mi amigo el Chino, ex bajista de Sankinpankin. Tiempo después, afuera de las oficinas de OCESA, me encontré con Kiko y tuvimos una charla sobre Jeromes Dream y su disco Untitled. Hablábamos de que pedir ayuda a los fans para financiar un álbum no era do it yourself.

Después, en medio de la locura pandémica, hablé con Kiko sobre su Lado B: NPU, CA5 y la música caótica. Lo siguiente es la voz de Kiko. Consecuencia de una conversación virtual que tuvimos mientras tomábamos cervezas y recordábamos viejos tiempos:

 

En julio de 1996 me mudé de Matamoros a Monterrey para estudiar. En ese tiempo hice algunos demos con División Minúscula; más adelante, en 1999, fuimos por primera vez a la Ciudad de México. De morro oía a los Beatles y a los Beach Boys, pero de adolescente, por Möntley Crüe y Metallica, me hice metalero. Me clavé con el death metal y el punk rock californiano. También cosas crust y grindcore, como His Hero is Gone. En Victory Records había una banda que se llamaba Grade, era como punk rock, pero con gritos. Me iba jalando hacia un lado más ruidoso.

Sin embargo, en 2001, a la par de Extrañando casa, empecé a juntarme con gente que me llevó al screamo. La palabra no tenía entonces la misma connotación que ahora, y por eso de repente me sigo rehusando a usarla. Lo que sí, es que el screamo para mí era una música ruidosa, estridente, emocional y caótica; me gustaba. Me acuerdo mucho del fanzine HeartattaCk que vendía Beto y Ferna en el mercado Fundadores. Conservo varios números y me da un chingo de nostalgia hojearlos.

En esa época algún conocido te mencionaba algo sobre una banda y en Internet buscabas cualquier cosa que pudieras asociar con ella. Así te ibas guiando, conocías música. También mucho tuvo qué ver Buki, bajista de NPU; coleccionaba viniles y me enseñó grupos como Reversal of Man o The Crimson Curse. Así se me abrió la puerta de la disquera que los editó: Ebullition Records y Three One G Records. Era un gusto muy raro y, creo, hasta refinado.

Dona tus huesos

Gracias a NPU platiqué fue con Pedro el “Sonora”. Al principio, en NPU militaban Sonora, Buki y Bebé. No recuerdo cómo, pero empecé a tocar con ellos la guitarra, un instrumento que me vendió mi hermano. Me uní en 2002, me acoplé y grabamos un EP en la casa de Bebé, con una Tascam. Aunque tocábamos en los shows de hardcore metalero que se hacían en Monterrey, éramos opuestos a todo lo que había; por la influencia de Orchid y Song of Zaratustra traíamos el cabello como Spock y usábamos suertecillos y zapatos estilo swing kids. Aparte, Buki acostumbraba tocar en calzones y botines; muy de la época, varias bandas de screamo lo hacían (algunos hasta encuerados).

Éramos medio indies, pero también ruidosos sin caer en lo metalero. Nos gustaba Texas is The Reason, Mineral, American Football y Cap’n Jazz. Por eso había una división muy marcada dentro del hardcore regiomontano: estaban quienes eran muy Hatebreed, muy rudos; pero a nosotros se nos asociaba con el emo, todo más tranquilo. No compartíamos aficiones con ninguna banda más que con Crisálida (Chivo, de Los Mundos, era el baterista de Antes de Hoy, y tocaba medio screamo).

En ese tiempo descubrí la escena de Three One G Records y la de Gold Standard Laboratories. Eso me cambió el juego. Todavía tocaba con NPU, pero Sonora ya no estaba, se había ido a vivir a Austin. En esa época, 2002-2003, mi hermano y yo conocimos a Isra (Izzie Fatale) de CA5.

Todos tiene piel, todos están bien 

Mi hermano y yo nos unimos a tocar las guitarras en CA5. Se dio porque una vez con División Minúscula fuimos a tocar a Tijuana. Me había enterado de un show en el Ché Café de San Diego, California, donde iban a presentarse The Locust con De Facto y The Flying Luttenbachers (proyecto de Weasel Walter). Esa tocada fue un detonador. Salí con la idea de hacer un proyecto con ese mismo sonido. Y curiosamente, sin saberlo, fue como conocimos a Isra; estaba trabajando en la cooperativa del Ché Café.

Él nos escuchó a mí y a mi hermano cuestionarnos qué trago íbamos a comprar y empezamos a cotorrear. Meses después, con División Minúscula tocamos en Guadalajara; nos abrió Thermo, pero antes tocó CA5. No sabíamos quiénes estaban en la banda; resultó que el baterista era Roy, de Thermo, y el otro integrante era Isra, en el bajo y los gritos.

Cuando nos abrieron me sorprendí un chingo porque a Isra lo acababa de ver en San Diego. Me gustó la vibra que traían. Platiqué con ellos y les dije que había visto a The Locust, y que también tocaba en NPU, pero que ya quería hacer algo diferente. Así fue como me invitaron a tocar la guitarra. Javier, mi hermano, también ya traía interés por bandas más ruidosas. A él no le dio tanto por el lado screamo; entró a CA5 por bandas como The Blood Brothers o Pretty Girls Make Graves. Empezó a meterse a un rollo más experimental.

Aquel show de División Minúscula en Guadalajara fue un sábado. El domingo Javier y yo fuimos a casa de Roy para ensayar por primera vez los cuatro juntos. Estuvo chingón; les dijimos que cuando quisieran caer a Monterrey podíamos grabar unas rolas en el cuarto de ensayo de División Minúscula. A las tres semanas esos güeyes se dejaron caer a Monterrey y en una semana grabamos el primer EP, El efecto Venus.

Al segundo EP le pusimos Polvo de oro. Mi hermano grabó unos sintetizadores y Roy se salió de la banda por unas situaciones personales. Decidimos que no íbamos a buscar un baterista y yo dejé la guitarra. Pero como queríamos a alguien para que tocara los sintetizadores metimos a Charlie, quien es sobrino de Isra. Él era medio showman, bailaba y todo. Estaba bien morro. En aquel entonces tenía como 16 años de edad.

De ambas grabaciones hicimos CD’s, playeras y botones. Así sacamos dinero para poder tocar en Guadalajara, Ciudad de México, Monterrey, Ciudad Juárez, San Luis Potosí y Tijuana. También fuimos a Austin, al SXSW. Para ese momento todos coincidimos en el rollo noisy y rockero que se creó en CA5.

Por todo esto ni de pedo volveríamos a tocar juntos: hoy día ya no somos las mismas personas. En ese tiempo traíamos una mentalidad bien rara; andábamos ondeados. Ahorita, a los cuarentaitantos años, es algo que no podría pasar. CA5 fue algo creativo e impredecible. Isra algunas veces se puso a rapear sobre bombardeos en Medio Oriente o cosas así. Algo muy raro.

 

Staff

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