Subiste a la montaña / Hace mucho frío allí / Hay veces que el frío quema / Más que el sol a mediodía: Un recurso poético válido para entrar al peculiar universo de la española Cristina Plaza, quien se hace llamar Daga Voladora, y está de regreso tras casi 8 años de ausencia para firmar un álbum personalísimo llamado Los manantiales y del que extraemos un fragmento de “Ceniza plateada”.
Se trata de una obra de orfebrería de indie pop que reivindica los temas lentos y un entorno estético que nos remonta tanto a Stereolab, como a lo que ha hecho Cristina Lliso, en plan solista y con Esclarecidos, y, especialmente, hasta a una Ana D, quien merece ser valorada en su justa medida.
Todo indica que Daga Voladora nos quiere llevar hasta su propio territorio sonoro desde un principio y es por ello que nombra “Cristinopolis”, a una incursión en la que afloran los sintetizadores análogos, referencias melódicas a Vainica Doble e Hidrogenesse que provocan que emociones y evocaciones naïve se agolpen en torno a la belleza; es el corte inaugural.
Los manantiales está conformado por 9 canciones, entre las que se destaca “Quise ser”, que tiene un excelente trabajo letrístico: Yo quise ser héroe de ficción / Pintora expresionista / Actriz revelación… Quise ser poeta en Nueva York / Figura consagrada / Beso redentor”, a la que se agrega la ya mencionada, que también posee una lírica estupenda: “Ya no existe la montaña, no hace frío ni hace sol / Tú tampoco existes, ahora estás mucho mejor”; “Ceniza plateada” es toda una aventura.
Elementales cajas de ritmo, piano y sintetizadores en pos de una fascinante experiencia demodé que a la vez se torna atemporal y hermosa; Los manantiales es un disco para acompañar con un exótico cocktail que mezcle licores varios y que nos haga pensar en un pasado lleno de misterio y encanto. Acá hay resonancias de Combustible Edison y Broadcast en distintas medidas, pero cada una embriagadora.
Y el encanto no se agota… ahí está “Me pasará contigo”, una balada con mucho savoir faire y que parecería pertenecer a una novel de Enrique Vila Matas: “Me pasará contigo, ya lo estoy viendo / Venga mensajes cifrados que ni yo misma entiendo”.
Daga Voladora se desmarca de la mayoría de los sonidos de la España de hoy… se instala en un limbo atemporal y atractivo, en que Los manantiales ofrece un deseo de vivir historias impredecibles y seductoras, tal como la pintura que aparece en la portada: La chica del King Creole, un óleo de Javier de Juan, datado en 1986.
No me quiero despedir de este acercamiento escrito a Daga Voladora sin mencionar a la impecable e impactante “Diamante”, que sube la tensión y la emoción con todo y su caja de ritmos machacona y un basamento que le permite cantar: “Una armonía destartalada/ Una caléndula en el cieno/ Una escopeta que no dispara/ Un látigo de terciopelo”.
Fuera del tiempo… inmersa en la belleza.
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