Pocos escritores tan excéntricos como el argentino, pero lo que refuerza tal circunstancia es el hecho de que el hombre disfruta serlo y hasta lo alimenta. Se trata de una figura de culto que posee una obra muy extensa que reparte entre minúsculas editoriales (incluso cartoneras) y grandes transnacionales, y que suele apostar por una prosa clara y concisa al servicio de historias de argumentos retorcidos que van de la actualidad hasta la historia antigua.
TXT: Juan Carlos Hidalgo
Nacido en un sitio con nombre tan peculiar como Coronel Pringles, alimenta su leyenda moviéndose en el porteño barrio de Flores e instalándose en diversos cafés para redactar a mano y pasar largas horas contemplando como pasa la vida a través de los ventanales. Aira se ha ganado un sitio como novelista, pero también escribe cuentos y ensayos.
Por si algo faltara en la trayectoria de un añejo figurante en la lista de candidatos al Nobel, ahora compila fragmentos varios extraídos de sus muchos cuadernos; parece algo muy natural que existiera un libro misceláneo como éste, donde expusiera algunas de las tantísimas anotaciones que va realizando. Sin problema podemos señalar que Continuación de ideas diversas, editado por Jus, fue confeccionado a partir de todo y de nada en particular. Aira abarca un amplísimo espectro de tópicos.
Aquí encontramos a Aira siendo Aira sin cortapisas y para ello basta citar un pasaje: “¿La principal influencia en mi vida de escritor? Las historietas de Superman de los años cincuenta y sesenta. Ahí estaba todo lo que yo después quise hacer escribiendo y en cierta medida hasta donde pude, hice”. Pero pronto salta a su admiración y peso de la obra de Borges en lo suyo, que surgió desde su condición de lector precoz y adelantado; leyó por anticipado a autores a los que sus compañeros llegarían hasta tiempo después. Por lo que no se ahorra tampoco su desencuentro con un par de cuentos de Cortázar a los que admiró de joven y que ya de adulto le decepcionaron.
Pero una aportación central de Continuación de ideas diversas es cuando el también autor de El cerebro musical y La tejedora y el viento, entre muchísimos más, da cuenta del origen de su escritura: “En alguna época creí que había razones histórico-políticas, de combate contras las viejas estructuras represivas, etc. Ahora no puedo menos que reírme… Aún aceptando que nuevas formas en literatura reflejen o anticipen nuevas formas de pensar, sigo pensando en el fondo que, al menos yo, no escribo novelas convencionales porque no quiero trabajar, y quizás, seguramente, porque no podría hacerlo”.
Nacido en 1949, es un escritor huidizo de los lujosos salones y las altas esferas intelectuales, más bien es un hombre de barrio que posee gran sentido del humor y que aplica una y otra vez también a sí mismo. Se da tiempo para especular sobre el arte cinematográfico, reproducir una conversación escuchada por ahí, acordarse de filósofos a los que admira, tocar un poco de ciencia e hilvanarla con recuerdos y anécdotas de toda laya.
Continuación de ideas diversas es una rareza de parte de un escritor raro y eso maximiza la experiencia y por tratarse de una obra fragmentaria se puede ir y venir de ella en el momento en que se desee. No en vano el gran Roberto Bolaño dijo de Aira que es: “un escritor que escapa a todas las clasificaciones”.