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Carlos Bortoni: “Se puede vivir de la escritura, uno muere de hambre como mejor le parece”

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El desempleo en México es una problemática permanente que ha sofocado a generaciones históricamente. Las estadísticas no son favorables y su tendencia es bastante pesimista. El fracaso laboral es un tema de preocupación, necesario de atender. El escritor Carlos Bortoni, en su reciente libro editado en Malpaso, Historia mínima del desempleo, hace una severa y punzante critica a este terrible fenómeno. Sostuvimos un dialogo con el escritor que construyendo ensayos breves cargados de contracultura e ironía narrativa ha conformado una novela que hace honor y da consuelo a las y los que han pasado por una situación de desempleo. 

TXT:: Juan Nicolás Becerra

¿Cómo te encuentras en tu actualidad como empleado?

Vaya, supongo que esto es lo que uno se gana por escribir un libro que presume, así sea irónicamente, ser la historia mínima del desempleo. Bueno, en la actualidad del empleado me encuentro empleado, aunque desde la informalidad. El IMSS no tiene idea de que estoy trabajando y, dese luego, no recibe un solo peso de cuota obrero patronal para hacer frente a una posible eventualidad que yo o mi familia pudiéramos tener. Por otro lado, en la actualidad de empleado también me encuentro con ese sabor agridulce que deja intercambiar tu libertad a cambio de un poco de supuesta estabilidad. Es decir, me encuentro haciendo cosas que no me interesa hacer por las que recibo un salario, haciendo cosas que no tienen sentido, que no tienen propósito y que no contribuyen a transformar positivamente mi entorno.

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Desde luego que, tal como se explica en Trabajos de mierda David Graeber, en el entorno laboral finjo que no es así, que mi trabajo tiene sentido y valor social. Soy una mezcla de burócrata del sector privado y vendedor de enciclopedias de puerta en puerta. Por último, me parece importante mencionar que desde la publicación e Historia mínima del desempleo me he quedado sin trabajo dos veces, he sido despedido de dos lugares diferentes; en el primer caso se trató de un recorte presupuestal que aplicó la organización en la que estaba, y en el segundo de un despido masivo, 20% de los empleados nos quedamos en la calle. Así que, de cierta manera, la novela, que habla, de un proceso de despido que enfrenté, me metió en un bucle del que espero haber salido.

¿Qué representa escribir estos contundentes ensayos sobre la injusticia y la desigualdad laboral?

Te diría que un ajuste de cuentas con la dinámica laboral, pero sería demasiado inocente de mi parte. No hay forma de ajustar cuentas con aquello de lo que no se puede prescindir, lamentablemente. Así que, si soy más honesto, esos fragmentos de ensayo sobre la injusticia y la desigualdad laboral, esa suerte de aforismos y bagatelas son más un desahogo y un redimensionamiento de esa ética laboral calvinista que discretamente nos fue impuesta, de esa realización personal que nos dicen obtendremos a través del hacer y el aumentar la riqueza ajena.

El trabajo asalariado no tiene más función social que el control social, la administración del tiempo de las masas que engrosamos las filas del empleo y el desempleo, recordarnos que no somos nada más que una estadística. Escribir sobre ello es poner el trabajo en su justo medio, fuera de la romantización que habla de liberar a los oprimidos, sacar de la pobreza a la población o encumbrar al individuo al que el contexto y su entorno lo hacen destacar. Escribir sobre la dinámica del empleo es hacer un berrinche, el berrinche propio del siervo liberado que no ha podido ejercer su libertad cuando se da cuenta de que se ha encadenado a la satisfacción de sus necesidades elementales.

¿Qué es más doloroso en lo laboral, jefes ineptos con iniciativa o los malos salarios?

Sin duda alguna me parece que los malos salarios. No sólo son dolorosos, son indignantes. No debería haber cabida para que alguien que trabaja durante más de una jornada, no tenga lo suficiente para sobrevivir, y sin embargo no solo hay cabida para ello, es lo más normal. Dicho eso, un jefe inepto con iniciativa es un dolor de cabeza para quien sea, incluso para alguien que no tenga un mal salario; así que, si sumamos mal salario con jefe inepto, la experiencia laboral se vuelve catastrófica. Por otro lado, el jefe es el dueño del capital, los demás son capataces, al final de día, obreros como todos nosotros. Lo que la dinámica empleo-desempleo permite es la supervivencia del mal salario, el drama de tener que cuidar incluso aquello que no vale la pena cuidarse.

¿Se puede vivir en México de la escritura? 

Supongo que sí. Se puede vivir de lo que uno quiera, de la misma manera que se puede morir de hambre de lo que uno decida morir de hambre. Esa es justamente la paradoja del siervo liberado de la que hablábamos, la libertad capitalista permite justamente eso, que cada uno muera de hambre como mejor le parezca. Siendo así, la contraparte debe ser posible, cuando menos teóricamente.

¿Qué lecturas recomienda para las y los desempleados?

De entrada, Historia mínima del desempleo (risas), y para seguir casi cualquier diario de un escritor es un testimonio fenomenal de desocupación y tiempo libre. El Diario de duelo de Roland Barthes, los Cuadernos de Cioran y su Cuaderno de Talamanca, el Cuaderno de notas de Chejov. Escritos para desocupados de Vivian Abenshushan. El proceso de Kafka, creo que debería ser lectura obligatoria para cualquier asalariado que habite dentro de un país. Factotum de Bukowski y La Odisea de Homero, los dos aparecen en Historia mínima del desempleo.

Bartleby, el escribiente de Herman Melville, otra lectura obligatoria para asalariados que pretenden resistir a la precariedad del trabajo asalariado. Los ensayos Vida contemplativa de Byung-Chul Han, Cuando la casa se quema de Giorgio Agamben, la Concepción apologética de la productividad de todas las profesiones de Marx que se incorporó a modo de apéndice en el libro Teorías de las plusvalías y que recientemente se publicó como Elogio del crimen. Y, sin duda alguna, quizá debí empezar por aquí, El libro de Job, ese genial retrato bíblico de la angustiante libertad del empleado moderno.

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