Hacía rato que los titulares de los medios de Chicago no mostraban entusiasmo de modo unánime. Hoy día, hablan incluso de una suerte de naciente escena musical allá, en la Ciudad de los Vientos. El motivo: Brigitte Calls Me Baby. Un quinteto de pinta elegante y romántica. Cinco punkies glamorosos y enamorados, tan neuróticos como indómitos. Un encanto, pues.
Vengan. Apuntemos los reflectores hacia Brigitte Calls Me Baby. Es su momento. El combo trae de su lado un cancionero sentimental y gallardo que encuentra en la voz de Wes Leavins a un crooner inmaculado, alguien que amasa palabras para volverlas condolencia y júbilo (a veces, atrevido él, al mismo tiempo). Al lado de éste, guitarras, sintetizadores, batería y bajo calibran compases haciendo saber que el juicio debe extraviarse sin hacer de lado el porte. Aquí un ejemplo:
Leavins viene de Texas. Y sí, como habremos escuchado obviamente creció escuchando a Roy Orbison gracias a la colección de discos de sus abuelos. Por su lado, sus padres preferían ponerle canciones de The Cars. Wes era muy pequeño cuando sus amigos le acercaron los temarios de The Strokes y Radiohead. Así, apenas con trece años de edad, empuñó su guitarra para empezar a escribir canciones. Detalle: descubrió entonces que voz no le gustaba. Quizá le faltaba entender de desgarro amoroso para ponerse a tono.
Tras mudarse a Chicago, apareció Devin Wessels y su bajo, Jeremy Benshish con sus baquetas y los guitarristas Trevor Lynch y Jack Fluegel. “Impressively average” abriría brecha para Brigitte Calls Me Baby, un tema incluido en el EP debut del combo (This house is made of corners) producido por Dave Cobb, a quien Leavins conoció en el set del filme Elvis (Baz Luhrmann, 2022). Luego, para la banda vendrían presentaciones al lado de Inhaler, Muse y Last Dinner Party así como actuaciones en televisión, como con Jimmy Kimmel o en el CBS Saturday Morning.
Hoy, el quinteto presume su álbum debut, The future is our way out, producido con tino por el mismo Cobb. Se advierte una labor fina de parte de Dave, más allá del desempeño e inspiración de los músicos, pues cada sonoridad encuentra protagonismo en el momento adecuado; aunque a la hora de entrelazar instrumentos las composiciones alcanzan un vigor inusitado de tan garboso. Así, los tracks conjuran escenas en las que la noche, el peligro y el delirio se entienden para hacer un ménage á trois que brilla especialmente en temas como el que titula la obra, “Eddie my love”, “We were never alive” o “Pink palace”.
Claro, los fantasmas de The Smiths y Richard Hawley zangolotean la mesa, y por supuesto que los ecos de Orbison y Presley resuenan en los oídos de los participantes de esta sesión espiritista con temática new wave cuyo dress code, hay que decir, sugiere recurrir a la gala. Aunque esta vez no sobra ponerle un toque callejero al outfit; un paliacate, un copete escandaloso o un cerillo entre los dientes. Sí, como para hacerlo arder todo en caso de que el juicio se pierda. Porque, como ya se dijo, jamás hay que quedarse sin porte, aunque uno se encuentre entre llamas.
Foto de portada tomada del perfil de Facebook de la banda. Autor: Alec Basse
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