Música

Bam Bam: un viaje al espacio interior

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Ambulante 2024

“El ángel Metatrón me dijo durante una meditación que debía hacer este álbum para recordar que los humanos no somos sólo carne, sino seres espirituales”. Ahí las palabras de Carlos Santana sobre la experiencia que alguna vez vivió y que lo llevaría a grabar el álbum Supernatural. “Mamamos tanto con esa idea, tanto, tanto, que terminamos haciendo Futura vía con aquello en mente”, comenta Valis Ortiz (quien tiempo después se convertiría en Manitas Nerviosas), una de las cabezas que dieron vida a Bam Bam; un grupo respondón e impredecible de haz fugaz. “Nos las dábamos de punks, pero los punks más punks de Monterrey nos veían como fresas”, continúa Valis.

TXT:: Alejandro González Castillo

Sin embargo, aquí hablamos de punk refiriéndonos a una forma de obrar, medio encabronada con el entorno y por lo mismo arrebatada. Porque en realidad lo que Bam Bam hacía a nivel musical era otra cosa. Con Brian Wilson y su SMiLE puesto de cabeza, cual santo necio —y bien resguardado por las figuras de yeso de beatos como Love, The 13th Floor Elevators y The Electric PrunesMeme Martínez, Leobardo Olivares, Luxor y Valis solían elaborar una especie de pop psicodélico hasta que un buen día recibieron noticias del sello Arts & Crafts, quien les conminó a que grabasen algunos demos con tal de escucharlos y en el futuro concretar algo. La invitación no era gratuita: los tres viajes que Bam Bam había hecho al SXSW habían dejado buenas impresiones en unos cuantos escuchas.

El combo se puso a trabajar con una grabadora de cinta de cuatro tracks (como si en el siglo XX viviera) y de aquellas ácidas sesiones nacieron temas como “Rod only knows” o “Brain Wilson”, donde el influjo del beach boy con el casco achicharrado era evidente. Cabe contar que, a pesar de su germen psicoactivo, la corriente del temario que estaba desarrollándose se encontraba bastante bien aterrizada gracias a la labor que Valis había desempeñado en el pasado en Nene Records (tip: rascando en YouTube puede certificarse lo dicho), de modo que el sello de origen canadiense quedó maravillado con los resultados. Chocando copas pronto, ambas partes firmarían un contrato discográfico tan bondadoso que hasta un adelanto económico incluía para la banda; algo inusitado para esos tiempos. Tras creérsela, Bam Bam abordaría un camión y luego de doce modorras horas de viaje llegaría a la capital para instalarse en el Hotel Virreyes.

Era septiembre de 2010 y Martin Thulin esperaba en su estudio de grabación. Bam Bam pasaría un par de meses a su lado, yendo y viniendo, del hotel al sitio de Thulin. En sobriedad absoluta y con horarios estrictos. El combo necesitaba disciplina con tal de concretar la obra que en sus mentes luchaba por hacerse de una forma concreta, aunque Valis ya amasaba una idea más o menos clara de lo que iba moldeando; se trataba de “una entidad metafísica multi dimensional”: el mentado Metatrón. Además, un relato redondeaba su concepto: “la historia de una banda que vive en un futuro distópico y recibe un mensaje de algún lugar del universo. Así, en lugar de aparecérsele a Santana, Metatrón se manifiesta ante una banda de Monterrey y le dice que habrá un choque entre la Vía Láctea y la Galaxia de Andrómeda y que sólo la música puede evitar el cataclismo”.

Con tales antecedentes, huelga comentar que hay que estar preparado para escuchar Futura vía. Es decir, tomar las providencias necesarias para entender que nuestra gelatinosa consistencia obedece al hecho de que, como Santana consideró, estamos hechos de carne y espíritu. Porque, en efecto, Bam Bam se manifiesta en Futura vía justo así, como un ente vagabundo que cambia de estado a capricho. De tal suerte, la obra se aprecia mejor viajando, viajando al espacio interior, tal como ocurre con los cuentos de ciencia ficción. En ese rol, ¿al lado de cuáles discos del rock nacional podría colocarse este álbum? Vaya, quizá el trabajo comparta ánimo con lo hecho por El Tarro de Mostaza; aunque mientras los de Poza Rica indagaban en el mundo microscópico, Bam Bam prefiere explorar lo que hay tras el humor vítreo que salvaguarda el oxígeno terrestre.

Sin embargo, Valis tiene su propia analogía, y la comparte al recordar la impronta sónica que, debido al grado de exigencia que solicitó a sus creadores, a la larga muerte le daría a Bam Bam, un final donde la neurosis puso los cirios sobre el ataúd de un cuerpo que, curiosamente, nacía al tiempo que moría: “¿Sabes a qué suena? ¿Futura vía? Suena como un feto, un feto luchando por nacer prematuramente. Y lo logra, ese feto finalmente consigue salir. Y lo hace con honra y gracia”.

Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

Auditorio BB