Música

Amy Winehouse: ocho años sin la gran diva

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Ambulante 2024

Hoy, hace ocho años, murió Amy Winehouse. A la corta y mítica edad de 27 años dejó un vacío en la industria musical que no podrá ser reparado.

Usar adjetivos es complicado: algunos parecen no ser suficientes, otros (los uses como los uses) parecen exagerados. Como todo, es cuestión de los sujetos: el sujeto de la oración y el sujeto que lee la oración. Sin embargo, decir que Amy Winehouse fue grande no es, de ninguna manera, una osadía. 

Algunos lectores, de carácter más moralino, podrán preferir otros adjetivos como “triste”, “oscura”, “viciosa”, “trágica” y quizá no estén equivocados. Pero cualquier juicio sobre la vida de Winehouse es pobre una vez que le dedicas unas horas de atención a su voz, a su estilo, a su poesía.

Su origen

Amy fue una prodigio. Nació el 14 de septiembre de 1983 en Londres. Su ascendencia era judía: inmigrantes polacos y rusos. Sus padres, un taxista y una farmacéutica divorciados. Su abuela paterna también fue cantante y heredó a su hijo la pasión por el jazz, en especial la devoción por Frank Sinatra.

Fue precisamente su abuela quien tuvo la visión de inscribir a Amy en una escuela de teatro. Pues una verdadera cantante sabe que, además de un entrenamiento vocal, para ser dueña de los escenarios hace falta tener presencia.

La joven Amy fundó un colectivo de rap, apareció en televisión, se perforó la nariz, pasó por más de 5 escuelas en su adolescencia. Compuso sus primeras canciones, guitarra en mano, a los 14 o 15 años. A los 17 ya tenía un demo y era la vocalista femenina de la National Youth Jazz Orchestra. 

Como todo creador, era rebelde. Pero a lo mejor esa rebeldía fue en realidad una sospecha de lo que la industria traería a su vida. Fama, sí, dinero también; pero sobre todo, Amy obtuvo esa magia que transforma a los seres humanos en productos.

Los primeros contratos

Primero un contrato con EMI Music Publishing (hoy Sony/ATV). Luego firmó con Island Records con quienes produjo su primer álbum Frank en el 2003, por el que obtuvo una nominación como mejor solista femenina en los BRIT Awards. “Stronger Than Me”, que compuso al lado de Salaam Remi, fue premiada como mejor canción contemporánea en los Ivor Novello Awards. Para no hacer el cuento largo, Frank terminó por escalar al segundo lugar de los top charts del Reino Unido.

Tomó 5 meses producir Back to Black. Salaam Rami permaneció a su lado y esa ocasión compartió los créditos como productor con el neoyorkino Mark Ronson. Conocidas son las anécdotas sobre el perfeccionismo de Amy, sobre su autoexigencia. Ella sabía exactamente cómo quería que sonara su segundo álbum de estudio. Esta determinación es la que logró crear una camada de verdaderos clásicos.

11 famosos tracks muy al estilo de las girl bands de la segunda mitad de los cincuenta y los primeros años de la década siguiente. El disco comenzó a promocionarse el 30 de octubre del 2006 acompañado de un look renovado, inspirado también en aquellos años pero incorporando elementos actuales que la hicieron ser, más que anacrónica, universal.

De nuevo vinieron los premios: BRIT Awards, todos los Grammys, etc. Programas de TV, los mejores festivales del mundo: el éxito internacional. Y así comenzó verdadero el show: una mujer extremadamente talentosa consumida por el público, por la fama, por la expectativa; dañándose a sí misma en un intento de rebelarse ante la maquinaria.

 

Un verdadero reconocimiento

Puede que sea aventurado decirlo así, pero creo que cualquiera que haya puesto atención en la profundidad de sus letras —en la radicalidad de su visión sobre amor, sobre la feminidad o la sexualidad— puede alcanzar a ver que el éxito industrial la dañó irreparablemente.

¿Alguno de nosotros, creadores artísticos o no, puede imaginar la carga laboral que su triunfo representaba? ¿El desgaste anímico que provocaba el cantar frente a los públicos más exigentes en todos los países? ¿La pantomima de las relaciones públicas detrás de cámaras?

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Amy fue una crítica sagaz, ácida, sólida. No nació en la cuna del espectáculo sino en los barrios de la urbe. Al apreciar sus letras, al comprender sus mensajes, se entiende también que no había lugar para su felicidad en el mundo de las apariencias.

Podríamos también darle importancia en esta publicación a los personajes oscuros que la rodearon, su detestado marido Blake Fielder-Civil o el mismísimo Pete Doherty. Pero lo cierto es que al escuchar la obra de Amy, estas figuras son irrelevantes: adornos narrativos para seguir vendiendo imágenes.

Tras ocho años de su muerte quizá deberíamos dimensionar que conocer la fama, también es conocer a la humanidad. El morbo, la exigencia, la intolerancia, la crueldad: el acoso. Reconocer a Amy Winehouse como artista, no sólo es apreciar su histórica voz, sino comprender su enorme sensibilidad. Amy era absolutamente capaz de aprender el mundo y decepcionarse de los seres humanos —de los individuos y de las masas—. 

Quizás el deseo de vivir radica en pensar que aún hay más por conocer, aún hay más mundo para asombrarnos, para conmovernos, para apasionarnos. Winehouse ya no necesitaba demostrarle nada a nadie. A sus 27 años lo conquistó todo: a los más eruditos y a los más arrebatados.

Como el mágico Robert Johnson, como Janis, como el absoluto Hendrix. Amy lo entregó todo en su música, ¿Qué más teníamos para ofrecerle?

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Staff

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