¿Qué querremos encontrar cuando busquemos conmoción? ¿Estridencia? Así va dibujándose el panorama mientras atendemos el presente mundial, un paisaje más o menos caótico al que, tal vez, lo que mejor le vendría en lugar de discordancia sonora sería un soundtrack como el que Alex Izenberg tiende. Apacible, que invite a respirar profundamente para irnos haciendo despacito algunas preguntas.
Quizá la más importante de estas interrogantes sea: ¿hay que resolverlos todos, todos los cuestionamientos?, ¿valdrá la pena? Alex Izenberg debuta discográficamente con banda, The Exiles, y formula once cuestiones para que busquemos solucionarlas mientras escuchamos atentamente. Aquí algunas dudas más: ¿dónde se tramita la Visa para entrar a los Estados Unidos de la Mente?, ¿el anochecer se bebe en las rocas?, ¿cómo se serena uno ante la odisea de un amanecer oscuro?
¿De dónde emergen estas interrogantes para Izenberg? Bueno, su propulsor puede ser, por decir algo, la muerte de su mejor amigo, su perro Larks; o alguna frase sustanciosa, como No estás bajo la obligación de ser la misma persona que eras hace cinco minutos, ésta emitida por uno de los mentores de Alex, el inglés Alan Watts. Aquí, habrá quien no lo haya notado, se está hablando de un compositor de los que ya casi no quedan, y por es por ello que hay retruécano.
Porque no siempre fue así para el referido. Es decir, el músico solía ser un artista “más predecible”, a nivel verbal al menos. Greg Hartunian, uno de sus amigos desde la infancia, recuerda el día en que le pidió que dejara de escribirle canciones a esa exnovia que llevaba años sin superar para que mejor se centrara en otros temas, como la Filosofía, por ejemplo. Por fortuna aquél le hizo caso y justo ahí dejó de ser un solista para que nacieran The Exiles. Eso pasó hace poco.
No fue sencillo cambiar. Séneca y Epicteto ayudaron. Los Estoicos. Sufrimos más en la imaginación que en la realidad, solía decirse a sí mismo el músico, entre velas y lecturas, abstraído. Traía otra velocidad. A los 21 años de edad fue diagnosticado con esquizofrenia. Pasó cuando comenzó a ver rostros extraños con la ayuda de las sombras que proyectaba el televisor. Conocer tal diagnóstico fue terrible para el de San Fernando Valley, sabía de los estigmas que esto le atraerían. Cierta soledad.
Alex se asomó como un genio desde muy temprano. Y los genios ven cosas. Las escuchan también. Cuando ni siquiera tenía acné en las mejillas fue descubierto en una tienda de instrumentos musicales por Linda Perry. El chico, uno entre un millón, tocaba algo de Jimi Hendrix y la ex4 Non Blondes quedó tan encantada que le compró una guitarra y un amplificador de inmediato. Pronto haría que la banda de aquel niño de 12 años de edad, Din Caliber, saliera de gira con Roger Daltrey.
En algún momento Alex cambió a The Beatles por Grizzly Bear (es un decir) y todo se fue hacia otra dirección. Para entonces apenas contaba con 18 años de edad, pero ya conocía el star system al dedillo. En el trayecto su cabeza le jugó chueco, cierto, pero se las arregló para ser firmado por Domino y puso a la venta tres álbumes: Harlequin (2016), Caravan cháteau (2020) y I´m not here (2022). El fin de estas piezas es simple, según su firmante: conseguir que la música perdure.
Alex Izenberg & The Exiles significa un paso firme en el camino del artista. Él mismo y el mencionado Greg produjeron la obra en California mientras la mezcla resume el talento de Phil Ek (Fleet Foxes, Built to Spill). Por su lado, The Exiles desparraman talento: la batería es de Jay Rudolph (Weyes Blood), los teclados son cortesía de Tyler Cash (Devendra Banhart), el bajo pertenece a Max Whipple (Sparks) y la guitarra es tocada por Connor Gallaher (Lana Del Rey). Además, están el saxofonista Colin Kupka, el guitarrista Dashiell Le Francis y las voces de Marina Allen, Juliana Giraffe, Gracie Jackson y Colby Nathan.

Entre remolinos de cuerdas y brillantes metales, la nueva colección de canciones de Alex colocan al mismo entre Randy Newman, los Super Furry Animals y Dennis Wilson. Es el suyo un dulce canto, psicodélicamente country. Pop barroco pulido por una mente desgajada. Voz serena ésta que nos pregunta algo, esperando nada a cambio. Música apenas conforme con quedarse lo suficiente entre nuestros oídos, recordándonos que hay asuntos que a veces es mejor que se permanezcan así, sin resolver. Perdurar.
Alex Izenberg & The Exiles se escucha de pe a pa, se fluye con éste. Hay que activar el botón de play y bloquear el dispositivo en turno mientras se sigue track tras track, despacito. Sí, se sigue así, nada más, apaciblemente. Y que se valga canturrear, chasquear, así como dejar interrogantes sin respuesta. Abramos tal posibilidad en este mundo discordante, caótico. Permitamos que alguien nos ofrezca tal oportunidad, dejemos que nos halle la bondad.
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