Carta Editorial
Dicen que estamos condenados a repetir nuestra historia, a movernos en círculos perversos y perpetuos. Antes del tiempo, antes de Cristo, los griegos nos dejaron una tradición reflexiva y abierta, después, Dios dejó palabras de amor, de paciencia y perdón. Luego, lo olvidamos todo.
Nuestra capacidad de recordar, al parecer, es limitada y en su lugar encontramos los vaivenes de una sociedad voluble con la aterradora capacidad de odiar algo sin ninguna buena razón. Al comenzar a hacer esta revista, e intentar una aproximación editorial al tema gay, el primer reto a sortear fue nuestra propia ignorancia, y con ella la dificultad de alejarnos de los clichés; del glitter y el culto a las divas. Es por esto que más allá de la música, era imprescindible conocer el trayecto de la lucha social y civil que la comunidad gay ha recorrido.
Al explorar la historia de la lucha gay se traza la silueta de una sociedad monstruosa, capaz de gran estupidez y violencia, capaz de ignorar los principios de la empatía y el respeto. Pero también se dibuja la figura de los visionarios capaces de retar el status quo a expensas de su seguridad, la de hombres y mujeres que salieron a las calles –entre multitudes que los aborrecían– con la frente en alto, de aquellos que han muerto a manos del odio, de la enfermedad y la indiferencia…
Al momento que escribo estas líneas, y mi mente divaga por todo lo que sé del mundo, por todas las cosas horribles que pasan y las que seguramente suceden pero ignoro, llega una noticia: el acta estadounidense de defensa del matrimonio, firmada en 1996, fue derrocada. Con ello, el matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos se vuelve una realidad palpable, con los beneficios sociales que implica la legitimidad de una unión (seguro social, la distribución de bienes, herencias, etc.). Pienso en que faltan unos días para la Marcha Gay, que en todo el mundo se celebra a finales de junio, y que en México se llevó a cabo por primera vez en 1979… recuerdo que en 1981 tuvimos a nuestra primer y única candidata gay a la presidencia, pienso en los asesinatos, aún impunes, de decenas de travestís en Chiapas entre el 89 y 93, pienso en como en el 97 tuvimos nuestra primera diputada federal lesbiana y en el 2006, cuando en la Ciudad de México entró en vigor la ley de sociedad en convivencia. Pienso en todas las veces que he escuchado las palabras puto, marica, joto… en las veces que las he usado. Pienso en mis compañeros gay que poco saben de la lucha social homosexual, en los lugares comunes de plumas y diamantes y bailes de Beyoncé; en las percepciones fáciles del estilo de vida gay perpetuadas por los medios masivos, recuerdo la vez que alguien pensó que era lesbiana y cómo me ofendí, y luego me arrepentí. Pienso en qué haría si tuviese un hijo gay, en qué haría si yo fuera gay… Entonces, me doy cuenta: yo soy la sociedad. Voluble, ignorante y superficial.
Dicen que el tiempo no pasa en vano, y si el hombre sólo puede avanzar sobre los pasos
de sí mismo, la historia que prefería repetir es la del hombre corrigiendo sus errores… la del hombre cambiando el mundo.[m]
~Jimena Gómez Alarcón
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